El movimiento 15m abre un proceso asambleario de participación política
La Puerta del Sol de Madrid ha sido el escenario central de una solidaridad de demandas.
Con una identidad colectiva ―heterogénea― reivindicamos llenar la política participando. Sorprendentemente, estamos haciendo historia como movimiento social. Como inició Inigo Errejón en la Tuerka ―CMI― del jueves 19 “hay un pueblo en formación, que experimenta el gozo de estar, y gritar junto”.
Ese gozo está sembrando una semilla “revolucionaria” en las conciencias. El movimiento ha desbordado a
las instituciones y está demostrando que el ‘sentido común’ de la democracia se puede combatir. Con tal espíritu está naciendo un pequeño poder constituyente, reconocible en las plazas y en la web; frente al poder constituido que se legitima por imposición de la ley (que viola a su antojo impunemente) y es fácilmente identificable a través de tergiversa tv.
Se dice que en época de crisis la creatividad de las mujeres y los hombres acrecienta. Aprendemos a expresarnos socialmente; y tanta creatividad en las plazas ha sido fruto de la catarsis colectiva; de la condensación de las partículas [políticas]. La gente sale de sus casas con pancartas cuando no las hace en la plaza. Con la recuperación del espacio público hay sitio para denunciar, gritando y colocar todas las reclamas.
¿Qué hay más enriquecedor que se extiendan los debates políticos a todas las esferas? Sentirse parte del movimiento 15m es no tener miedo a hablar de política, incluso desear hacerlo; proponer cambios (social, político y económico); que en definitiva sea (cultural) en la forma de vida, tan profundo que atañe a las conciencias de todos. Nuestra generación, que nació en “democracia”, se ha quitado los complejos que arrastra de la pseudotransición, y se ha indignado por la mercadocracia y sus injusticias. Véase también la corrupción de los asuntos públicos.
Tan indignante, que la rebelión popular ha surgido del hartazgo; y desde la desobediencia. Se presenta la voluntad de hacer política fuera de los partidos. El movimiento se alza contra del sistema (institucional) que invita a votar pero niega la participación ciudadana en la política. Una proclama lo explica mejor: “nuestros sueños no caben es vuestras urnas”. De la toma de las plazas públicas, del espacio común, del ‘Sol’ urbano; imaginamos mundos mejores y más justos que estamos inventando. Hemos despertado, queremos y podemos soñar… “Si no nos dejáis soñar no os dejaremos dormir”, grita otra pancarta.
Se ha recuperado la autoestima, la utopía colectiva mediante la resistencia pacífica. Antes de ayer, era imposible pensar en lo sucedido la semana de la comuna madrileña. Hoy estamos ilusionados, deseosos de participar, entusiasmados de pensar las asambleas populares de los barrios, pueblos y ciudades. ¿Por qué no pensar que las próximas generaciones vivan organizadas fuera del capitalismo?
Levantadxs, a la izquierda se ve la utopía
La indefinición política también ha sido una estrategia con intención de esquivar etiquetas. No obstante entraré a discutir sobre izquierda o derecha. Qué el movimiento 15m sea interclasista, heterogéneo, e incluso demande cosas de ‘sentido común’ más allá de las ideas; no incapacita para situarlo donde le corresponde: a la izquierda.
A pesar de que entiendo la preocupación de encasillarlo, se crea cierta ambigüedad que se desplaza según se extiende el espíritu de la participación.
Tal neutralidad a priori solo puede ser formal; además de los antecedentes (clarificador esquema el del Periódico Diagonal nº 151), hay que mirar el breve camino del proceso.
Sin determinar propuestas, la organización del movimiento en asamblea ha sido el más contundente posicionamiento. La toma de la palabra es su filosofía de la praxis. Este cauce (espontáneo) quiere dar contenido a la democracia. La forma asamblearia en busca del consenso ha demostrado ser a todas luces una forma de gobierno (de sociedades pequeñas y menos complejas).
Así, el sentido político propio de la izquierda es el de la libertad positiva, la que defiende esa participación, la misma que reclamaban los griegos (como ciudadanos) para decidir sobre los asuntos públicos en el Ágora. Sin embargo, la derecha (clásica) ha defendido la libertad negativa de la no coacción, de ahí que se sitúe al liberalismo y a sus utopías al otro lado.
También se han captado reivindicaciones por un cambio: democrático, de igualdad (al menos respecto a políticos y stablisment en general). Las reclamas escritas en Sol por parte de sus presentes cuestionan el sistema (económico/político-capitalista/institucional).
Más allá del movimiento (pues éste no tiene un objetivo de alcanzar el poder institucional aunque si fiscalizarlo) la izquierda busca el cambio ―social―, ya sea en forma de reformas o revoluciones. Cuando acumula suficientes fuerzas para el cambio, continúa caminando a la utopía con la incertidumbre de no saber lo que se encontrará. He ahí el valor que puede presuponer ser de izquierdas (siempre que no desayunes en el Hotel Palace con Strauss Kahn). Sin embargo; la derecha cuando mira, lo hace hacia atrás para conservar lo dado, reaccionando ante el cambio para preservar las tradiciones; aunque suene ventajis, esto pareciera que ser de derechas es lo fácil (cuando lo dado te conviene). Por tanto, las fuerzas de la derecha siempre encuentra referencia por muy atrás que miren.
En este sentido, la izquierda, la izquierda de base nunca será la misma en España. En primer lugar porque este movimiento ha desobedecido por sí mismo, ha desbordado a las instituciones y cuestionado el sistema (capitalista) al margen de sindicatos y partidos políticos.
En segundo lugar, las próximas generaciones con sensibilidad de izquierda y luchas colectivas tendrán donde mirar. Se preguntaba el profesor Monedero en un artículo firmado en Público si la izquierda [española] podía indignarse si no sabía dónde descansaba la dignidad. Aunque retorciéndose, ya sabemos mirar para identificarnos, pues los más jóvenes, padeciendo de miopía para alcanzar a ver la respuesta antifascista del siglo pasado, hemos corregido el astigmatismo, y ya sabemos que para nuestra generación: la izquierda, la
democracia participativa, la cultura política; en fin, la dignidad descansa, y descansa tranquila porque se despertó sin miedo.
La concienciación es la revolución
Estos tiempos ‘soleados’ se van a vivir en los barrios, donde ese trabajo
invisible de años ha alimentado los procesos asamblearios que se reproducen. Ahora la comuna de Madrid devuelve la energía en forma de acción. Sea frenada la revolución ya hay precedentes. Volveremos a levantarnos y sabremos donde ir. Dijo Eduardo Galeano que no valía la pena vivir para ganar, sino vivir para hacer lo que la conciencia te dicte que debes hacer. Ésta nos dicta: ‘luchar por el cambio’. El proceso acaba de nacer; pero no es poco lo que tenemos: indignación, voluntad y organizción ¿Cómo extendemos las luchas? participando, tomando la palabra, proponiendo acciones subversivas, construyendo alternativa…
Las “partículas políticas” se han identificado colectivamente, el pueblo se está reconociendo en conciencia en contra de la condición que la niega. Hemos recuperado la autoestima, no vamos a dejar que quebranten nuestra lucha; menos aun cuando nos niegan como actores políticos diciendo: “algunos no tienen otra cosa mejor que hacer”; desde luego que no: “como que es la empresa más importante de nuestras vidas”: se llama Revolución.